9 de julio de 2009

Crisis financiera: Reorganización del capitalismo global.

"...Los ciclos económicos del capitalismo se desarrollan a través de las crisis periódicas que se producen en el seno del sistema económico. A los ciclos de expansión del crédito les suceden los de contracción, fase esta última en la que la falta de financiación para la economía real provoca la devaluación de los activos y la quiebra de empresas que son absorbidas por corporaciones financieras globales..."
LA CRISIS FINANCIERA INTERNACIONAL: UN PROCESO DE REORGANIZACIÓN DEL CAPITALISMO GLOBAL


1. Introducción

Durante la guerra fría, debido a la existencia de un mundo dividido en bloques antagónicos, la crisis general del sistema capitalista se identificó con la división del mundo en dos sistemas opuestos: el capitalista y el socialista.[1] Pero con la desaparición del mundo bipolar, y especialmente con la desintegración del campo socialista, el capitalismo se ha establecido como único sistema a escala global. Por esta razón, y en la medida en que no existe de forma operativa una alternativa al capitalismo como la que hubo durante la guerra fría, las crisis del propio sistema capitalista han respondido generalmente a su necesidad de renovación y reinvención para adaptarse a las nuevas circunstancias, lo que ha logrado a través del perfeccionamiento de los instrumentos y de los mecanismos de explotación del trabajo.[2]

En este nuevo contexto en el que impera el capitalismo como sistema-mundo se hace necesaria una definición del concepto crisis, cuyo origen se encuentra en la medicina hipocrática y con el que se explicaban los desajustes de los diferentes “humores” del cuerpo humano. La crisis hace referencia a una situación patológica y por analogía con la economía refleja los desajustes de las relaciones entre las variables económicas. Sin embargo es difícil conocer con total precisión el origen de las crisis económicas, pues suelen producirse como consecuencia de la convergencia de diferentes factores.[3]

Sin obviar que el capitalismo lleva en sí mismo el germen de su desaparición, su desenvolvimiento histórico ha supuesto el despliegue en el espacio-tiempo de sus contradicciones internas que periódicamente se han manifestado por medio de diferentes crisis. Las crisis del capitalismo han tenido un papel muy funcional ya que han permitido la supervivencia del sistema mediante la renovación de sus distintas formas de explotación y producción cuando estas se han agotado. El capitalismo, en el desarrollo de sus contradicciones, ha variado en cuanto a la forma en la que se ha manifestado históricamente pero ha conservado su lógica fundamental que lo convierte en un sistema socioeconómico de explotación del hombre por el hombre. Juntamente con esto se han agudizado progresivamente las tendencias monopolísticas inherentes al sistema de libre mercado, lo que ha favorecido la formación de importantes oligopolios en diferentes sectores de la economía y ha reforzado el control del poder económico sobre el poder político.

Así pues, como en los años 70, pero también como a finales de los 80 y a principios del siglo XXI, nos encontramos ante una crisis más del capitalismo en su intento por perpetuarse bajo nuevas formas en la organización de la economía y del trabajo. Como en otras ocasiones también han confluido causas de orden estructural y coyuntural que hacen explicable el origen, fundamento y desarrollo de la propia crisis. El desarrollo histórico del capitalismo ha seguido un patrón dialéctico en el que sus diferentes contradicciones han operado produciendo cambios cuantitativos que, finalmente, una vez alcanzado cierto grado de saturación han devenido en cambios cualitativos con el progresivo perfeccionamiento de su lógica interna[4].

La actual crisis es fruto de la convergencia de multitud de diferentes variables y factores, pero en cualquier caso todos ellos son reducibles a una interrelación entre causas de orden estructural, aquellas que han creado el contexto favorable para la crisis, y las causas de orden coyuntural que actúan como detonantes. En función de este criterio la crisis actual se abordará por medio del análisis de la estructura financiera profundizando en su naturaleza y funcionamiento para, posteriormente, dilucidar en qué medida se han creado las condiciones favorables para que la actual crisis haya tenido lugar, lo que, inevitablemente, conducirá a exponer el papel que juegan los bancos centrales, la forma en que se crea el dinero en el sistema financiero y la lógica especulativa que rige en el conjunto del mundo de las finanzas.

Por otra parte se integrarán en nuestro análisis las causas de orden coyuntural que han actuado como detonantes de la crisis. En lo que a esto respecta se expondrá la cadena de acontecimientos que provocaron la tormenta financiera que originó la crisis más importante de los últimos años, y cuyos nefastos efectos se han extendido a la economía real y al conjunto de la sociedad. Las concesión de créditos hipotecarios subprime junto a la devaluación del precio de la vivienda contribuyeron de manera importante a que se produjera una alarma financiera. Con particularidades como la retirada de fondos, que inevitablemente conllevó a una pérdida de confianza entre los bancos y que éstos dejaran de prestarse dinero, unido, a su vez, a la contracción del crédito para la economía real.

Asimismo, se expondrán las consecuencias de la crisis y el ahondamiento de las tendencias monopolísticas del propio sistema capitalista. Se pondrá de relieve el origen financiero de la crisis y sus efectos, tanto en el propio mundo de las finanzas con la devaluación de los activos y las quiebras de diferentes firmas financieras, lo que ha creado una situación propicia para que grandes empresas y bancos consigan a precio de saldo dichas entidades quebradas y se hagan así todavía más grandes; como en la economía real con la contracción del crédito, y con ello la disminución del consumo y la aparición de problemas sociales derivados de una situación de recesión. Juntamente con esto, la superconcentración de la riqueza y la formación o tendencia hacia la formación de monopolios en el mundo financiero con multitud de ramificaciones en la economía real parecen ser los principales rasgos del nuevo capitalismo global.

Finalmente, y tras la exposición de las principales causas y consecuencias de la grave crisis en curso, se llevarán a cabo unas conclusiones que pondrán de manifiesto la relación e interacción entre los diferentes tipos de causas, cómo han operado y cuál ha sido la secuencia lógica de acontecimientos en los que se han combinado e influido recíprocamente. Todo ello contribuirá a hacer más comprensible la tesis central del presente trabajo que consiste en poner de manifiesto las tendencias monopolísticas del capitalismo, las mismas que con la actual crisis se han afianzado, reforzado y agravado con una superconcentración de la riqueza mediante la devaluación de activos económicos y la quiebra de empresas y bancos, habiendo pasado todos ellos a manos de grandes corporaciones financieras.

2. Causas estructurales

La estructura, como unidad de análisis, permite establecer la conexión y relación recíproca entre las partes y elementos de un todo, de un sistema. Generalmente la estructura se encuentra sujeta a leyes que le confieren su correspondiente estabilidad a pesar del cambio constante de las partes, transformándose cuando en el todo se produce un salto cualitativo. Por esta razón la estructura permite conocer el modo en que se organiza un sistema y la lógica que rige en los nexos de sus elementos constitutivos. Debido a lo anterior se hace necesario un estudio de las causas estructurales que crearon las condiciones favorables para la crisis, lo que exige un análisis del modo en que se organiza el sistema financiero en la creación de dinero, la lógica especulativa que impera en el mercado y el papel que desempeñan los bancos centrales.

En primer lugar es importante destacar la dimensión del sistema financiero internacional, pues este se extiende por todo el planeta y debido a la apertura económica y a la supresión de trabas a la movilidad de capitales ha generado una densa red de interrelaciones e interconexiones. A esto cabría añadir la inestimable contribución de las tecnologías, y más concretamente de las telecomunicaciones, a la supresión de las barreras del espacio-tiempo y su aplicación al mundo financiero, lo que ha hecho posible agilizar y aumentar las operaciones bursátiles. El establecimiento de un tiempo global ha tenido como consecuencia una creciente inmediatez que se ha reflejado en los flujos financieros,[5] por lo que la interdependencia a escala mundial se ha densificado de forma que cualquier cambio significativo en cualquier lugar tiene, instantáneamente, su repercusión en el conjunto del mundo financiero. Este rasgo del sistema financiero es el que ha hecho que las actuales crisis tengan una dimensión planetaria debido a la alta interdependencia que ha desarrollado la globalización.

2.1. La creación de dinero

Hasta 1971 el régimen de regulación monetaria internacional que imperó fue el patrón de cambio oro-dólar. Hasta ese momento el oro había sido el valor que respaldaba a la moneda y al que en último término remitía el dólar. Con la ruptura de este patrón las diferentes divisas entraron en un régimen de flotación y se pasó a dibujar un nuevo esquema monetario internacional con la inexistencia de relación entre el valor y la cantidad de cada moneda. El dinero se convirtió en una mercancía más y abandonó la función de medio de cambio que pudo haber conservado hasta aquel momento. Fue así como el dinero pasó a ser un negocio más con el que traficar y enriquecerse, fomentando la especulación y la aparición de un mercado de divisas en el que no se crea valor.

Esta nueva situación ha hecho que las economías contemporáneas sean “|...| esencial e inextricablemente monetarias, lo que nos aboca a razonar desde una concepción endógena, histórica, social e institucional del dinero, con lo que éste se convierte en un vínculo social esencial, una institución ligada a la soberanía |...|”.[6] El dinero es, por decirlo de alguna manera, el poder mismo dentro de las sociedades capitalistas. En este sentido la sociedad capitalista puede definirse como un totalitarismo monetario en el que una “|...| infinidad de operaciones monetarias se extienden a todas las facetas de las vidas de las personas y de la sociedad en su conjunto”. Por este motivo el sistema financiero se ha convertido en “|...| un mecanismo que regula |...| el sector monetario. Pero, debido a la importancia de este sector, el mecanismo acaba regulando el funcionamiento global de la sociedad”.[7]

El carácter endógeno del dinero hace que sea una categoría “|...| inherente a la naturaleza y funcionamiento de la economía capitalista”.[8] Se puede decir, entonces, que la economía capitalista es esencialmente monetaria, en la que el dinero es el elemento constitutivo de su funcionamiento. Es aquí donde radica la importancia de quién y cómo se crea el dinero.

Históricamente la cantidad de dinero en circulación ha guardado cierta proporción con el volumen de transacciones, sin embargo en la actualidad el dinero ha dejado de ser ya un instrumento al servicio de esos intercambios para ser una mercancía más que es objeto de especulación. El dinero se ha divorciado del comercio y la cantidad en circulación se ha disparado de manera desmesurada habiendo dejado de crecer en proporción al número de transacciones.

El dinero no lo componen únicamente los billetes y las monedas, que solamente representan entre el 7 y el 10% de todo el dinero en circulación, sino que es el dinero bancario el que forma la mayor parte de la masa monetaria. Este dinero lo crean los bancos a partir de la deuda que originan con la concesión de préstamos, lo que produce un efecto multiplicador en la cantidad de dinero en circulación.

El proceso a través del que se crea el dinero bancario es bastante elemental. La gente crea depósitos ingresando su dinero en los bancos y estos, al ser conscientes de que sus clientes no van a necesitar todo este dinero, conceden créditos con los que crean nuevos medios de pago, en este caso dinero bancario. Ejemplo:

“En el momento en que se ingresan las 100 u.m. su propietario sigue teniendo esa cantidad como medio de pago (podrá hacer uso de ellas en cualquier momento). El banco hará una reserva determinada (supongamos que el 20% de la cantidad depositada) y prestará el resto (80 u.m.) a un tercero, que podrá utilizarlas, a su vez, como medio de pago. En ese momento, la cantidad de dinero existente en la economía no será de 100 u.m., sino de 180 u.m.: el banco ha creado dinero al utilizar una parte de sus depósitos (la que no queda en reserva) para generar nuevos medios de pago, en este caso bajo la forma de un préstamo”. [9]
Efectivamente los bancos se ven obligados a contar con unas reservas para hacer frente a los posibles pagos de sus clientes, y cuya cantidad es en la actualidad el 2%, por lo que el dinero que crean es mayor que los depósitos de sus clientes.[10]

Además de lo anterior también hay que destacar que al efecto multiplicador del dinero bancario hay que sumar el hecho de que el dinero nace de una deuda que está cargada por un interés. Todo el dinero que existe nace como una deuda contraída con el sistema bancario que, al estar cargada de intereses, se vuelve impagable.[11]

2.2. La lógica especulativa

La expansión del crédito y con ello la aparición de una inmensa masa de dinero bancario en circulación son las causas de la financierización de las economías capitalistas. Sin la existencia de medios de pago sobrantes no es explicable la formación de las burbujas financieras que produce la especulación, pues el dinero persigue la máxima rentabilidad lo que le lleva a desvincularse de la creación de negocios productivos y con ello de la economía real. Mientras que la actividad productiva requiere mucho esfuerzo y tiempo, la inversión financiera obtiene una mayor rentabilidad relativa en un menor espacio de tiempo y con mucho menos esfuerzo.

En la medida en que las finanzas se han hecho autónomas con respecto a la economía real los recursos monetarios han perseguido una mayor rentabilidad con la especulación. Así pues, la lógica especulativa consiste en comprar barato para vender caro ante la expectativa de que los precios vayan a seguir subiendo constantemente. Esta es la lógica que rige en el mercado financiero y en el conjunto del sistema, por lo que se ha convertido en la forma más rápida y fácil de obtener beneficios.

Los productos financieros que han atraído la inversión siguen la lógica especulativa, al mismo tiempo que la han reforzado y amplificado. Se caracterizan por ser títulos (bonos, contratos, divisas, etc...) que se venden en el mercado y donde miles de inversores los compran para revenderlos, todo ello porque son operaciones que proporcionan mucho beneficio rápidamente y porque existe una cantidad ingente de dinero sobrante. Lo que se compra y se vende es papel, pues los títulos no son otra cosa más que papel, y si se negocia con ellos es debido a la expectativa de que vayan a subir de precio. De esta manera es como se crean multitud de formas de papel, productos financieros, para venderlos en el mercado.

Esta dinámica especulativa se lleva a cabo, por ejemplo, con las hipotecas pero también con otros negocios. “A partir de muy poco dinero “real”, es decir, vinculado a actividades de producción o distribución de bienes y servicios, se deriva una masa inmensa de productos financieros del altísima rentabilidad |...|”.[12]

La creación de dinero por parte de los bancos no tiene como destino en la mayor parte de los casos financiar la economía real, y con ello incrementar la producción y aumentar el empleo, sino que tiende a buscar la máxima rentabilidad a través de actividades financieras de alto riesgo por medio de la especulación.

2.3. Los bancos centrales

En cuanto a los bancos centrales es difícil de determinar de una manera clara su surgimiento, ya que en su mayor parte su aparición ha sido el resultado de la conversión o evolución, ya fuese paulatina o repentina, de bancos de titularidad privada que operaban como monopolios bajo autoridad legal del gobierno.[13] Históricamente la emisión de dinero ha estado unida a la actividad consubstancial del negocio de la banca, sin embargo los poderes públicos terminarían haciendo de esta actividad un privilegio de un solo banco que lo pasaría a ejercer en régimen de monopolio.

Entre las principales funciones que le suelen corresponder a un banco central se encuentran: la emisión de billetes de curso legal y la puesta en circulación de las monedas; la centralización y control de las operaciones económicas y financieras con el exterior; la actuación como banco de bancos que custodia las reservas de las demás entidades, a las que también les concede créditos; se ocupa de la supervisión del sistema bancario y de las entidades que lo componen; y ejecuta la política monetaria según el grado de autonomía que cuente con respecto al gobierno.

Para que la moneda provista por el banco central sea fiable se debe contar con una reserva, condición que se ha hecho extensible a todos los bancos comerciales. Por otra parte el banco central también concede créditos sobre la cuenta de reserva de los bancos, lo que significa que sus préstamos pueden crear reservas a su vez. Fue así como se convirtió en el prestamista de último recurso manteniendo la integridad del sistema de pagos. [14]

Los bancos centrales coordinan las actividades del resto de bancos que operan en una economía nacional, y sus reservas son el respaldo de los préstamos que realizan estas entidades. Esto ocurre así en la medida en que dichas reservas son dinero contante y sonante o bonos del Estado que, en un momento dado, pueden ser cambiados por dinero en metálico. De esta manera los bancos centrales controlan la oferta monetaria, pues es el mecanismo que les permite aumentar o disminuir las cantidades de dinero de curso legal.

En las economías capitalistas, y muy especialmente tras la puesta en práctica de las tesis neoliberales en el ámbito monetario, los bancos centrales suelen ser organismos independientes del gobierno que conciben, planifican y ejecutan la política monetaria. Estos bancos no están sometidos a un control social tanto en lo que se refiere a la elección de quienes ocupan los cargos de dirección como al diseño de la política monetaria. El Estado ha perdido así su soberanía monetaria en la medida en que no crea por sí mismo el dinero ni diseña la política monetaria con la que determinar la cantidad de dinero en curso, por lo que finalmente se ve obligado a pedir prestado el dinero a otras entidades.

Entonces, el banco central

“|...| al gozar de plena autonomía para operar con las variables monetarias, condiciona la política presupuestaria que puede elaborar el Gobierno de la nación. |...| lo que significa que el banco central determina en última instancia el alcance de la política económica global”. [15]
Los bancos centrales dentro del sistema financiero se ocupan de diseñar la política monetaria que, al tratarse de organismos independientes que están fuera del control de la sociedad y del Estado, la conciben según sus intereses particulares, y se encargan, también, de financiar al Estado. El Estado es, entonces, un cliente más de la banca, pues el banco central lo financia pidiendo prestado el dinero a la banca privada que es la que endeuda al ente público con créditos a un interés elevado.


3. Causas coyunturales: la crisis hipotecaria

Aprincipios de esta década dos eran las particularidades que podían observarse en las pautas de consumo y en la economía estadounidense: el progresivo endeudamiento y la especulación financiera. La combinación de ambos factores propiciaron el crecimiento económico del país. Así, la especulación con los capitales enraíza con la explosión de la burbuja Internet -el auge de las nuevas empresas de base tecnológica o punto.com- que unida a la creciente internacionalización de las finanzas, provoca grandes entradas de capital en la bolsa de Estados Unidos en busca de una rentabilidad máxima a corto plazo.

Por otra parte, la población mantiene un consumo elevado y va acumulando deudas mientras se despreocupa del ahorro, por lo que es necesaria la entrada de capitales externos para financiar los desequilibrios comerciales del país. Paulatinamente el crecimiento económico se ve afectado, la burbuja de las punto.com se colapsa en 2001y después de los ataques del 11-S se hace un llamamiento al consumo para la recuperación de la economía; pero la deuda contraída por la población es tal que impide una respuesta positiva. Entonces se decide bajar el tipo de interés para reactivar la economía, noticia que se recibe con optimismo en las bolsas, donde se puede especular en un mercado en alza y obtener altos beneficios. Pero donde esta medida tuvo importantes efectos y consecuencias fue en la dinámica del sector inmobiliario[16]. La liberalización financiera de las últimas dos décadas y el exceso de liquidez global alimentaron una euforia financiera que distorsionó la percepción del riesgo, que ligado a un sobreendeudamiento de familias y empresas y a la escasa regulación del sector bancario no tradicional, dieron lugar a burbujas, tanto inmobiliarias como de otros activos.

La bajada de los tipos de interés y su vigencia por tiempo prolongado conllevó a que los bancos concedan créditos baratos, que el endeudamiento fuese más asequible y que las familias decidiesen comprar inmuebles, que destinaron sobre todo a segundas residencias. Así, la lógica se centra en el endeudamiento con la perspectiva futura de poder vender los inmuebles a un precio más alto; hecho que conlleva un evidente enriquecimiento a corto plazo y a una lógica de mercado fuertemente especulativa. Asimismo, en ese contexto los bancos creían que si no podían pagarse las cuotas, siempre podrían vender la casa en un mercado en alza donde obtendrían un precio mayor de la deuda contraída sin reducir desmesuradamente los márgenes de beneficio[17].

Pero a la vez, la concesión de préstamos a bajo interés hizo disminuir el negocio de los bancos, que aunque debido al boom inmobiliario el número de préstamos concedidos aumentó, ya sea para destinarlos a segundas residencias o para especular en el mercado, los bancos se encontraban preocupados por la necesidad de hacer negocio y decidieron dar préstamos más arriesgados con los que cobrar más intereses. Así es como se extendieron las llamadas hipotecas “subprime”[18].

3.1. El negocio con las hipotecas “subprime”

Es en ese contexto de burbuja inmobiliaria[19] que los bancos decidieron ofrecer hipotecas a un tipo de interés más elevado a familias poco solventes o con menos garantías de pago[20] con la finalidad de mejorar sus propios rendimientos, porque dada la situación de euforia inmobiliaria, en pocos meses seguramente que la casa valdría más que la cantidad dada en préstamo.

A este tipo de hipotecas con un alto riesgo de impago se les llamó hipotecas “subprime”, sobre todo porqué se concedían a personas con pocos recursos económicos o con una estabilidad económica fuertemente condicionada por el mercado laboral. Muchas de las hipotecas se concedieron no directamente a través de los bancos sino mediante personal contratado para ese único fin. Con el cometido de encontrar clientes potenciales se les remuneraba a comisión por número de préstamos concedidos. Este planteamiento les fue bien a los bancos durante algunos años ya que los endeudados iban pagando los plazos de la hipoteca y, además, como les habían dado más dinero del que valía su casa, se habían comprado un coche, habían hecho reformas en la casa y se habían ido de vacaciones con la familia [21]. Pero en multitud de casos quienes acudían a solicitar los préstamos no eran conscientes de hasta qué punto se estaban comprometiendo dado que los mecanismos de pago eran realmente complejos y apenas comprensibles para la mayoría de la población que no domina la confusa jerga económica. Además, los bancos forzaban a muchos prestatarios a contratar préstamos hipotecarios “subprime” a pesar de que disponían de recursos suficientes como para poder optar a un préstamo con mejores condiciones o más ventajoso. Pero ahí estaba el negocio de los bancos, muchos créditos a un elevado interés como una fuente segura de beneficios fáciles. En ese entonces, la Oficina de Responsabilidad del Gobierno de Estados Unidos ya advirtió a los bancos de su falta de transparencia e información en ese complicado entramado de concesión de préstamos “basura”.

Como los bancos concedían muchos préstamos hipotecarios, se les acababa el dinero. Aprovechando la globalización y la internacionalización de las finanzas, decidieron acudir a bancos extranjeros para que les prestaran dinero. Pero como estaban pidiendo dinero a otros bancos y dando muchos créditos, el porcentaje de capital sobre el activo de los bancos bajaba e igualmente la protección de las entidades frente a los riesgos financieros y operativos no estaba tan asegurada. Es en ese contexto cuando nacieron los “productos derivados”.

3.2. Los internacionalización de los productos financieros derivados

Ante la necesidad de disponer de dinero líquido para seguir concediendo créditos y dadas sus escasas reservas, los bancos decidieron poner remedio a la situación vendiendo estos créditos hipotecarios por el mundo entero. Para ello “titulizaron” sus contratos [22], hecho que les permitió obtener liquidez sin aumentar sus obligaciones, es decir, sin tener que endeudarse con la petición de préstamos a terceros.

Mediante este proceso el banco vende los derechos de cobro del préstamo a entidades denominadas “vehículo” que a su vez emiten un conjunto de títulos susceptibles de ser negociados con otros inversores. Esta operación lleva pareja la transferencia de los riesgos a los titulares de los títulos emitidos con cargo al fondo, que asumen el riesgo de impago de los activos agrupados en él [23]; contando que el riesgo financiero de los valores emitidos siempre es objeto de evaluación por una entidad calificadora (agencias de rating) [24].

Dada la complejidad de su naturaleza y el desembolso de capital necesario, quienes compran los bonos emitidos por los “vehículos” [25] suelen ser inversores institucionales como bancos, compañías de seguros, fondos de inversiones, etc. Y su negocio radica en especular sobre el precio de estos bonos, que no son más que derechos de cobro representados en un papel; los compran a un determinado precio y luego esperan a venderlos en el mercado financiero cuando ha aumentado su valor, y así sucesivamente, transfiriendo el riesgo a las entidades compradoras que no son plenamente conscientes de la poca calidad de los derechos de crédito que están comprando. Y todo se basa en la lógica de la especulación, sin mantener una vinculación directa con la economía real o productiva.

Pero esta titulización o transformación en nuevos productos financieros era todavía más compleja. Se hacían “paquetes” de inversión en los que juntaban disimuladamente distintas obligaciones hipotecarias de distinta calidad y riesgo asociado, algunas buenas (prime) y otras malas o muy arriesgadas (subprime) y a las que se llamaba obligaciones garantizadas por hipotecas o MBS (Mortgage Backed Securities), que eran las vendidas por las empresas “vehículo” a otras entidades. Terminaron por formarse paquetes verdaderamente desarrollados donde los “vehículos” mezclaron ya todo tipo de préstamos, activos de alto riesgo y también de bajo riesgo, creando unos complejos paquetes financieros en los que era casi imposible conocer inequívocamente su contenido real[26]. Finalmente vendían los bonos a los inversores y así obtenían la financiación necesaria para poder seguir comprando préstamos a los bancos; los paquetes iban recombinándose y se revendían sucesivamente en los mercados financieros internacionales. Así el afán de rendimientos altos y rápidos dio rienda suelta a la especulación desenfrenada, incentivada por sistemas perversos de remuneración de los dirigentes.

Además las agencias de rating tenían que dar calificaciones a los “paquetes” en función de su solvencia, es decir en función del riesgo de impago. Como la mayoría eran empresas privadas contratadas por los propias empresas “vehículo” emisoras de títulos, muchos de los “paquetes” obtuvieron notables calificaciones que aseguraban su calidad, aunque no fuera del todo cierto [27].

Además la libre movilidad de capitales y la interdependencia del sistema financiero actual permitieron que estos derivados financieros se comercializaran en todo el mundo. Inversores de todo tipo iban comprando y vendiendo los bonos emitidos por las “vehículo” y así fue como gracias a las nuevas tecnologías se transmitieron por el mundo entero e “infectaron” todos los sistemas financieros desarrollados. Este factor ligado a la alta rentabilidad de los productos financieros derivados con un inapreciable alto riesgo de impago asociado, hizo que los capitales prefiriesen ser invertidos en este mercado especulativo de beneficios seguros y rápidos.

3.3. La insolvencia arrastra a los bancos

El estallido de la burbuja inmobiliaria en EEUU y las primeras quiebras derivadas del mercado subprime se remontan a agosto de 2007, cuando el aumento de la morosidad generó importantes pérdidas en las instituciones financieras. Muchos propietarios habían utilizado su vivienda para obtener financiación con la que hacer frente a circunstancias imprevistas; por lo que con precios de la vivienda en caída o estables, los prestamistas con hipotecas recientes y casi sin pagos iniciales decidieron abandonar sus viviendas y dejarlas en manos de los bancos que se veían obligados a embargarlas, desencadenando un proceso de venta de los activos que las respaldaban (MBS) [28].

Además cuando empezó a desinflase la burbuja inmobiliaria disminuyó la valoración de los activos que tenían los bancos. Para que pudieran recuperar el dinero perdido, se decidió subir el tipo de interés, y eso tuvo un efecto desastroso para muchas familias. Un grupo de personas poco solventes no pudieron continuar pagando sus créditos hipotecarios, aumentaron los retrasos en los pagos y las ejecuciones bancarias. Asimismo, a principios de 2007, los precios de las viviendas norteamericanas se desplomaron, mucha de la gente estaba pagando por sus casas más de lo que en ese momento valían, muchos trabajadores se quedaron sin empleo, dejaron de pagar sus cuotas y los bancos se llenaron de un stock de viviendas que debían subastar[29]; los precios de las viviendas empezaron a bajar y los bancos con gran cantidad de hipotecas comenzaron a comunicar pérdidas enormes.

Automáticamente, nadie quiso comprar los “paquetes” de derivados que tan bien se habían vendido en el mercado, y los que ya los tenían no pudieron venderlos. Los activos de los bancos se depreciaron como consecuencia de la crisis inmobiliaria y empezaron a registrar grandes pérdidas en sus cuentas. Las entidades “vehículo” ya no eran capaces de vender los títulos dado que empezaba a cuestionarse su calidad, y como muchas habían sido creadas por los propios bancos, éstos tuvieron que contabilizar también sus pérdidas en sus propios balances.


4. La crisis bancaria y la formación de monopolios

A raíz de la crisis inmobiliaria en Estados Unidos y la pérdida de valor de los MBS que se encontraban ya repartidos por el mundo entero, las entidades financieras empezaron a declararse en bancarrota. En 2007 fueron tres los bancos que quebraron mientras que en 2008 ascendieron a veinticuatro y en lo que va de año han quebrado ya veintinueve [30], además de la quiebra de otras tantas entidades de crédito más pequeñas. Las pérdidas ascendieron a miles de millones de dólares como consecuencia de la depreciación de sus activos [31] y no sólo las entidades estadounidenses se vieron afectadas, sino que los efectos se expandieron rápidamente a otros mercados.

Ante tal panorama, los bancos empezaron a perder confianza mutua ya que nadie era consciente de hasta qué punto tenían “paquetes” de hipotecas basura en sus carteras, porque estos productos derivados habían sido adquiridos por multitud de bancos de todo el mundo cuando habían ido financiándose unos a otros. La desconfianza hizo subir el tipo de interés interbancario, que es el tipo al que se prestan entre sí los bancos, por lo que como no se fían, cuando necesitan dinero, o no se lo prestan o se lo prestan caro. Entonces no es que haya una falta de liquidez, sino que la desconfianza es tal que dejan de prestarse entre ellos. Y la crisis hipotecaria que estalló en agosto de 2007 se ha transformado en una crisis financiera sistémica, cuyo epicentro ya no está sólo en EEUU, sino que se ha desplazado a Europa y Japón y está teniendo un fuerte impacto en el crecimiento de las economías emergentes[32].

4.1. Quiebras y más quiebras

A partir del segundo trimestre de 2008, los bancos y otras entidades empezaron a quebrar como consecuencias del fin de la burbuja inmobiliaria. En primer lugar cayeron los grandes bancos hipotecarios; el primero en caer fue American Home Mortgage. El siguiente fue el quinto banco de inversión más grande de Estados Unidos, el Bearn Stearns, cuyas acciones fueron compradas por otro banco, el JP Morgan. Y así fueron cayendo otros tantos bancos hipotecarios, tanto en Estados Unidos como más allá de sus fronteras. Luego les siguieron las quiebras de Fannie Mae y Freddy Mac, que eran agencias públicas que avalaban gran cantidad de préstamos hipotecarios suscritos por otras entidades, aunque como eran empresas patrocinadas por Estados Unidos los inversores podían confiar especialmente en ellas, ya que en caso de pérdidas estaba garantizado que el gobierno intervendría para rescatarlas.

La desconfianza y el temor se propagó con gran rapidez y las pérdidas arruinaron otras compañías como Lehman Brothers y Merril Lynch, que fueron absorbidas respectivamente por Goldman Sachs y el Bank of America. Así, de los grandes bancos de inversión estadounidenses sólo se mantenían en pie Goldman Sachs y Morgan Stanley que no tardaron en ser víctimas de la crisis y absorbidos por JP Morgan y Bank of America. Al mismo tiempo, el contagio alcanzó a Europa, con quiebras bancarias en el Reino Unido, el Benelux y Alemania, lo que aceleró acciones unilaterales que pusieron de manifiesto la falta de coordinación y la debilidad de la gobernanza económica europea.

La desconfianza que se instaló en los mercados ante la opacidad ocasionada por los productos financieros que se habían vendido frenó temporalmente la espiral especulativa, pues ya no se compraban títulos ni prestaba dinero al carecer de la suficiente información de los activos financieros en venta y de las entidades que los ofrecían.

4.2. La instrumentalización de la crisis

Pero como apunta Torres López: “detrás de la operación de compra, profundamente ventajosa para el banco JP Morgan, no había un ejercicio de altruismo sino toda una estrategia de mercado”[33]. Considera que detrás de toda ese entramado de quiebras y adquisiciones, había gente muy poderosa que estaba particularmente interesada en la compra de los activos de los bancos en bancarrota. Así se hizo creer a los grandes inversores que la situación de la entidad era realmente preocupante, que la falta de liquidez era alarmante, por lo que decidieron retirar sus fondos y el precio de las acciones bajó tanto que la llevó a la quiebra a Bearn Sterns. Según el autor se estaba consolidando lo que él llama “capitalismo de carroñeros”, caracterizado por la agresividad de los agentes implicados en la búsqueda de rentabilidades cada vez mayores y en menos tiempo.

Estos procesos de devaluación y quiebras de empresas y firmas financieras refleja la consecuente superconcentración de la riqueza en manos de grandes corporaciones, las cuales han aprovechado el contexto de crisis para absorber a la competencia. Todo ello ha reforzado las tendencias monopolísticas del capitalismo que desde el sector financiero se extienden al conjunto de la economía real.


5. Conclusiones

Los ciclos económicos del capitalismo se desarrollan a través de las crisis periódicas que se producen en el seno del sistema económico. A los ciclos de expansión del crédito les suceden los de contracción, fase esta última en la que la falta de financiación para la economía real provoca la devaluación de los activos y la quiebra de empresas que son absorbidas por corporaciones financieras globales.

El efecto multiplicador del dinero bancario da lugar a un exceso de dinero que persigue una gran rentabilidad y la encuentra en la especulación con activos financieros. A esto hay que añadir las expectativas de subida de precios constante a la que están ligados, lógica inherente a la especulación y que rige el funcionamiento del mercado financiero. Este contexto ha hecho posible la actual crisis en la medida en que las hipotecas subprime fueron titularizadas para su posterior venta a infinitud de inversores sin advertir del riesgo que suponían esos activos financieros. La elevada interconexión e interdependencia en el sistema financiero ha provocado el pánico y la retirada masiva de los fondos, lo que a su vez se ha reflejado en una contracción del crédito para la economía real.

Las denominadas hipotecas basura han sido el catalizador, el detonante, de la crisis, ya que la estructura del sistema financiero ha creado por sí misma el contexto de interdependencia y especulación favorable para crear pánico en los mercados y provocar una crisis así. La cadena infinita de inversores implicados en la compra de activos financieros que se creían buenos pero que, finalmente, resultaron ser un fraude ha ocasionado importantes y considerables pérdidas que han devaluado infinidad de empresas y en otros muchos casos ocasionado su quiebra, como de hecho ocurrió con importantes firmas financieras. Además de esto, la existencia de una cantidad enorme de dinero sobrante, dinero bancario, ha sido un elemento crucial que ha fomentado las inversiones especulativas en perjuicio de las productivas.

La crisis ha dado lugar a una desinversión ante la falta de financiación, por lo que la economía productiva se ha visto seriamente afectada ante una situación en la que las empresas no consiguen créditos, y de forma similar las personas físicas tampoco los obtienen para su consumo. Las consecuencias sociales son el incremento del desempleo y una bajada de los salarios, a lo que hay que sumar la creciente deuda que están acumulando los Estados ante un aumento de la demanda de prestaciones sociales.

La crisis financiera ha actuado como mecanismo para provocar la quiebra de empresas y devaluar los activos, lo que inevitablemente en la lógica darvinista del mercado ha significado la absorción de dichas entidades por gigantes financieros y corporaciones globales. Por decirlo de otra manera, la actual crisis ha servido para contraer el crédito y favorecer la formación de grandes monopolios en el sector financiero cuyas ramificaciones se extienden por toda la economía real productiva.

Se puede destacar igualmente que esta crisis no ha sido fortuita, sino que más bien ha existido una estrategia de mercado con la que se ha perseguido la quiebra y devaluación de multitud de empresas para su posterior compra a precio de saldo. Las hipotecas basura han respondido a esta estrategia, pues las autoridades sabían lo que ocurría y estaban al tanto de todo pero no hicieron nada al respecto. Permitieron y promovieron los procesos de titulización aún a sabiendas del riesgo creciente que conllevaban.

Asimismo se puede apreciar que la expansión del crédito ha sobreendeudado al sector privado, por lo que la contracción del crédito no sólo sirve para quebrar empresas, sino sobre todo para pasar a endeudar al Estado ya que en una situación así se ve obligado a incrementar el gasto público mediante más y mayores servicios sociales para hacer frente al desempleo, la falta de inversión, etc. También hay que tener en cuenta a las empresas y bancos que cuentan con aval del Estado y que han quebrado o sufrido graves pérdidas durante la crisis, lo que ha exigido del propio Estado el desembolso de importantes sumas de dinero que han agravado la deuda pública. Juntamente con esto el Estado, al no ser soberano en lo que se refiere a materia monetaria, se ve obligado a pedir créditos que se le concederán a un tipo de interés más elevado y es, a su vez, un cliente mucho más seguro que cualquier empresa o persona física.[34]

En lo que se refiere a las pérdidas que han sufrido importantes bancos y las campañas de financiación desde los bancos centrales, cabría decir que dichas inyecciones además de fomentar la dinámica especulativa que ha conducido a la crisis actual, corren a cuenta del Estado, por lo que finalmente son los ciudadanos quienes pagarán con sus impuestos el daño económico que ha provocado una minoría plutocrática. Por otra parte, todo los créditos concedidos por los bancos centrales han sido justificados por la necesidad de dotar de liquidez al sector bancario de cara a financiar la economía productiva, pero los bancos están utilizando dichos recursos para tapar sus pérdidas y continuar con su juego especulativo.

El sentido de los mercados financieros debe ser el de “|...| canalizar los fondos a aquellas personas físicas o jurídicas que presenten oportunidades de inversión productiva. Si el sistema financiero no lleva a cabo esta función adecuadamente, la economía no funcionará bien |...|”.[35] Todo esto hace exigible y necesaria una teoría cualitativa de la moneda[36], aquella en la que la sociedad determine con una finalidad productiva el destino de los créditos emitidos para financiar la economía real y no las prácticas especulativas. Algo así implica recuperar la soberanía monetaria a la que el Estado renunció en su momento autorizando a los bancos a crear dinero bancario y concretamente permitiendo al banco central concebir y ejecutar de manera independiente la política monetaria, sin estar sometido a fiscalización pública alguna.

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[1] Rosental, Mark M. y Pavel F. Iudin, Diccionario de filosofía, Madrid, Akal, 1975

[2] Duguin, Alexandr, “Los paradigmas del fin” en Nihil Obstat Nº 5, 2005, pp. 23-58

[3] Torres López, Juan, Economía política, Madrid, Pirámide, 2003

[4] Aguilar, Juan Antonio, “Dialéctica y sistema” en Nihil Obstat Nº 5, 2005, pp. 147-180

[5] Virilio, Paul, La bomba informática, Madrid, Cátedra, 1999

[6] Medialdea, Bibiana y Ángel María Martínez González-Tablas, “Reflexión crítica sobre la globalización financiera” en Ekonomiaz: revista vasca de economía Nº 48, 2001, p. 64

[7] Zinoviev, Alexandr, La caída del imperio del mal, Barcelona, Bellaterra, 1999, p. 128

[8] Medialdea, Bibiana y Ángel María Martínez González-Tablas, Op. Cit., N. 6, p. 63

[9] Torres López, Juan, Op. Cit., N. 3, p. 217

[10] Torres López, Juan, La crisis económica. Guía para entenderla y explicarla, Madrid, ATTAC, 2009

[11] Bochaca, Joaquín, El enigma capitalista, Barcelona, Ediciones Bausp, 1977

[12] Torres López, Juan, Op. Cit., N. 10, p. 34

[13] Orriols i Sallés, Maria Àngels, El Banco Central Europeo y el Sistema Europeo de Bancos Centrales. Régimen jurídico de la autoridad monetaria de la Comunidad Europea, Granada, Comares, 2004

[14] Mayer, Martin, La Reserva Federal. La historia secreta de cómo la institución más poderosa del mundo maneja el mercado, Madrid, Turner, 2003

[15] Torres López, Juan, Economía..., Op. Cit., N. 3, p. 239

[16] La Reserva Federal de Estados Unidos bajó en dos años el precio del dinero del 6,55% al 1,0%. Como apunta Steinberg, Federico, “La crisis financiera mundial: causas y respuesta política”, Real Instituto Elcano, ARI Nº 126/2008, “Ninguna autoridad quería ser responsable de frenar el crecimiento. De hecho, la brusca bajada de tipos de interés de la Fed ante la recesión de 2001 (y el mantenimiento de los mismos en el 1% durante un año) fue considerada como una excelente maniobra para acortar la recesión en EEUU tras los ataques del 11-S. Sin embargo, hoy se interpreta como una política errónea que contribuyó a inflar los precios de los activos, sobre todo los inmobiliarios, impidiendo el ajuste que la economía estadounidense necesitaba para tener un crecimiento sostenible a largo plazo”.

[17] Steinberg, Federico, Op. Cit. N. 16, “aunque fuera posible prever que los precios inmobiliarios no podrían continuar subiendo indefinidamente, el elevado crecimiento de la economía mundial, la baja inflación, los bajos tipos de interés (negativos en términos reales) y la estabilidad macroeconómica (lo que se conoce como el período de “la gran moderación”) redujeron la aversión al riesgo. Ello llevó a un mayor apalancamiento, incentivó aún más la innovación financiera y las operaciones fuera de balance y dio lugar a lo que a la postre se ha revelado como una euforia irracional”.

[18] Las “subprime” se encuentran jerarquizadas en el último escalafón de calidad entre las hipotecas de Estados Unidos, por debajo de las “prime”, las “jumbo” y las “nearprime” o “Alt-A”.

[19] Torres López, Juan, La crisis económica..., Op. Cit., N. 10, “entre 1997 y 2006 los precios de las viviendas en Estados Unidos se incrementaron un 130% y en 2005 el 40% de las viviendas compradas fueron destinadas a segunda vivienda o a su especulación en el mercado”.

[20] A este tipo de clientes se los ha llamado los NINJA (“No Income, No Job and No Assets”; personas sin ingresos fijos, sin empleo fijo, sin propiedades)

[21] Pero como la mayoría de las entradas de capital iban a parar al sector inmobiliario y no a otro tipo de inversiones más productivas, en última instancia el modelo se basaba en que los estadounidenses pudieran pagar sus hipotecas, lo que a su vez dependía de que el precio de sus viviendas siguiera subiendo, condición necesaria para que los hipotecados pudieran refinanciar su deuda contra el valor apreciado de su inmueble.

[22] La “titulización” consiste en vender los derechos de cobro del préstamo a un tercero, a cambio de lo cual se recibe dinero que se puede volver a prestar. Así los bancos para aumentar su liquidez se desprenden de su cartera de préstamos hipotecarios -derechos de cobro no negociables- mediante su venta a un fondo de titulización, el cual emite un conjunto de títulos o valores homogéneos y estandarizados y, por consiguiente, susceptibles de negociación en mercados de valores organizados, es decir que otros inversores podrán comprar.

[23] Como apunta Alejo González, Enrique, “Regulación, política monetaria y crisis financiera en los Estados Unidos”, Boletín Económico del ICE Nº 2954, 2008, p. 17, “El nuevo modelo, basado en la titulización de activos, consistía en que los bancos de inversión (los nuevos intermediarios entre los bancos comerciales y los inversores) creaban derivados financieros estructurados (conocidos como Structured Investment Vehicles, SIV) que permitían que los bancos comerciales subdividieran y reagruparan sus activos, sobre todo hipotecas, y los revendieran en el mercado en forma de obligaciones cuyo respaldo último era el pago de las hipotecas (Mortgage Backed Securities, MBS), muchas veces fuera de su balance”.

[24] El proceso de diversificación de riesgos, y la posterior evaluación de los mismos por parte de las agencias decalificación suponía que los bancos estaban ahora expuestos al riesgo de impago por parte de prestatarios a los que no conocían y de los que nunca habían evaluado su riesgo.

[25] Los “vehículo” son los actores fundamentales en el proceso de titulización, pues son ellos quienes tienen los derechos del préstamo en su poder –el papel que les vende el banco- que luego pueden vender a través de la emisión de bonos. Pero algunas de estas empresas “vehículo” habían sido creadas por los mismos bancos. Aunque el hecho de que aparentemente la conexión no fuera tan evidente les permitía poder sanear sus cuentas, conceder más créditos y aumentar su rentabilidad. Además para poder burlar con más facilidad las leyes nacionales, instalan estas entidades “vehículo” en paraísos fiscales donde no tienen que rendir cuentas de sus negocios con el mismo grado de exigencia y donde se les ofrecen ventajas fiscales. Pero también cabe decir que los bancos las respaldan en caso de pérdidas; véase Torres López, Juan, La crisis económica..., Op. Cit. N. 10.

[26] Como apunta Geier, Joel, “Etats-Unis: plus qu’une récession–un modèle économique en décomposition” en Inprecor Nº 536-537, Politique générale, 2008, p. 512, los MBS se estructuraban en tramos, a los que les llaman tranches, ordenando, de mayor a menor, la probabilidad de un impago, y con el compromiso de priorizar el pago a los menos malos. A estos MBS ordenados en tranches se les rebautizó como CDO (Collateralized Debt Obligations), pero es que además se creó otro producto importante: los CDS (Credit Default Swaps), en el adquirente que compraba los CDO, asumía un riesgo de impago por los CDO que compraba, cobrando más intereses. Y así se crearon un complejo conjunto de productos financieros derivados para obtener rentabilidades más altas y sin que se notase excesivamente que se estaban incurriendo en riesgos excesivos.

[27] Según Torres López, Juan, La crisis económica..., Op. Cit., N. 10, p. 36, “las agencias de rating han ocultado sistemática y deliberadamente la realidad del riesgo que se estaba asumiendo para no poner fronteras a un negocio tan rentable” ello explica “que de todaslas emisiones calificadas en EEUU a lo largo de 2007, el 62% obtuvieron una nota de AAA, es decir, la máxima calificación posible”.

[28] Alejo González, Enrique, “Regulación, política monetaria y crisis financiera en los Estados Unidos”, Boletín Económico del ICE Nº 2954, 2008, p. 23

[29] En Estados Unidos, cuando dejan de pagarse las cuotas de los créditos hipotecarios, el problema pasa a las personas que poseen los derechos sobre el préstamo hipotecario, que deben poner la casa a subasta y hacer frente con los costes de ejecución. Es evidente que si el precio de las viviendas desciende, se subastan a la baja y tienen que pagarse además costes, las pérdidas son inevitables.

[30] Datos extraídos de la lista del Federal Diposit Insurance Corpotation “Failed Bank List”:
http://www.fdic.gov/bank/individual/failed/banklist.html

[31] “When fortune frowned”, The Economist, Oct 9th 2008: “Según sus últimas estimaciones, el FMI calcula que las pérdidas mundiales en deudas originadas en Estados Unidos (fundamentalmente relacionadas con hipotecas) alcanzarán los 1’4 trillones de dólares, con 760 billones anotadas por bancos, compañías aseguradoras y fondos de cobertura”

[32] Steinberg,Federico, La crisis financiera..., Op. Cit., N. 16

[33] Torres López, Juan, La crisis económica..., Op. Cit., N. 10, p. 65

[34] Destacamos y reproducimos un fragmento del artículo de Primo González aparecido en Madrid en el Diario 16 el 30 de noviembre de 1981 en la página 12, que a nuestro parecer refleja bastante bien la dinámica de endeudamiento del Estado que sigue la banca privada. El fragmento en cuestión lo hemos extraído de Beveraggi, Walter, La teoría cualitativa de la moneda, Madrid, SOS Libros, p. 41: “...uno de los fenómenos que está atravesando la Banca y en general el sistema crediticio, es una cierta pérdida de su papel como financiador. Los Bancos y las Cajas de Ahorro tienen una función económica que consiste en recoger dinero del mercado en forma de depósitos para concederlo a sus clientes en forma de inversiones. Este papel se sigue jugando, lógicamente. Pero cuando más de 650.000 millones de pesetas que la banca debería haber prestado a sus clientes se lo tiene que dar al Banco de España para que éste cubra el déficit público y le proporcione al Tesoro los medios necesarios para cubrir sus necesidades crecientes de pago, el papel del sistema financiero se está desvirtuando a marchas forzadas”. “Bien es verdad que a la Banca una cosa así no le viene mal. Y por dos motivos. Primero, porque el dinero que presta al Banco de España tiene una remuneración del 16 por ciento como media, que no está nada mal, sobre todo teniendo en cuenta el bajo coste de manejo de estos recursos. Y segundo porque el Banco de España es un cliente mucho más seguro que los millones de clientes potenciales o reales de los bancos. Así que la Banca gana en rentabilidad y gana en seguridad”.

[35] Medialdea, Bibiana y Ángel María Martínez González-Tablas, Reflexión crítica..., Op. Cit., N. 6, p. 65

[36] Beveraggi, Walter, Op. Cit. N. 14
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Reflexiones de un emboscado - Junio 11, 2009
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