17 de septiembre de 2010

¿Crisis? ¿Qué crisis?

.
¡Los beneficios crecen como la espuma!

por James Petras*


Mientras los progresistas y los izquierdistas escriben sobre las «crisis del capitalismo», los productores, las empresas petrolíferas, los banqueros y casi todas las demás empresas grandes de ambos lados de la costa del Atlántico y el Pacífico no dejan de reírse camino del banco.

Desde el primer trimestre de este año los beneficios empresariales se han disparado más de un 100 por cien (The Financial Times, 10 de agosto de 2010, p. 7). En realidad, los beneficios empresariales han aumentado más que antes del inicio de la recesión en 2008 (Money Morning, 31 de marzo de 2010). Contrariamente a lo que dicen los blogueros progresistas, las tasas de beneficio aumentan, no disminuyen, sobre todo entre las empresas más grandes (Consensus Economics, 12 de agosto de 2010). La solidez de los beneficios empresariales es una consecuencia directa de las crisis agudas de la clase trabajadora, los empleados públicos y privados y las pequeñas y medianas empresas.

Con el estallido de la recesión, los grandes capitales destruyeron millones de puestos de trabajo (uno de cada cuatro estadounidenses ha estado sin empleo en 2010), obtuvieron contrapartidas de los líderes sindicales, gozaron de exenciones fiscales y recibieron subsidios y préstamos casi sin interés de los gobiernos locales, estatales y federales.

Desocupados - Antonio Berni

Cuando la recesión tocó fondo provisionalmente, las grandes empresas duplicaron la producción con la mano de obra existente, lo que supuso intensificar la explotación (más producción por trabajador), y redujeron costes trasladando a la clase trabajadora una cuota muy superior de los gastos de seguros sociales y pensiones con la conformidad de las autoridades sindicales multimillonarias. El resultado es que, aunque los ingresos descendieron, los beneficios aumentaron y las cuentas de resultados mejoraron (The Financial Times, 10 de agosto de 2010).

Por paradójico que resulte, los consejeros delegados de las empresas han utilizado el pretexto y la retórica de las «crisis» extrayéndolos de los periodistas progresistas para impedir que los trabajadores exigieran una cuota mayor de unos beneficios rampantes, ayudados por la siempre creciente batería de trabajadores sin empleo o subempleados susceptibles de ejercer de «sustitutos» (esquiroles) en caso de huelga.

La actual expansión de los beneficios no ha repercutido en todos los sectores del capitalismo: las ganancias imprevistas se han acumulado de forma abrumadora en las empresas más grandes. En cambio, entre las pequeñas y medianas empresas se ha disparado la tasa de quiebras y de pérdidas, lo que las ha convertido en presas baratas y fáciles de adquirir para las «hermanas mayores» (The Financial Times, 1 de agosto de 2020). Las crisis del capital intermedio han desembocado en la concentración y centralización de capital y han contribuido a elevar la tasa de beneficios de las empresas más grandes.

Los errores de diagnóstico de las crisis capitalistas en que han incurrido la izquierda y los progresistas ha sido un problema permanente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando nos dijeron que el capitalismo se había «estancado» y se precipitaba hacia el derrumbamiento final. Los últimos profetas del apocalipsis vieron en la recesión de 2008-2009 la quiebra absoluta y definitiva del sistema capitalista mundial.

Cegados por el etnocentrismo euroamericano, no lograron apreciar que el capital asiático no ha entrado nunca en la «crisis final» y América Latina padecía una versión tibia y pasajera (The Financial Times, 9 de junio de 2010, p. 9). Los falsos profetas no acertaron a reconocer que los diferentes tipos de capitalismo son más o menos susceptibles a las crisis... y que algunas variantes suelen experimentar recuperaciones rápidas (Asia, América Latina, Alemania), mientras que otras (Estados Unidos, Gran Bretaña, Europa oriental y meridional) son más propensas a experimentar recuperaciones endebles y precarias.

Mientras Exxon-Mobile registraba un aumento de los beneficios superior al 100 por cien en el año 2010 y los fabricantes de automóviles obtenían sus mayores beneficios en los últimos años, los salarios y el nivel de vida de los trabajadores descendía y los empleados del sector público padecían recortes salariales y de plantilla masivos. Está claro que la recuperación del beneficio empresarial se basa en el recrudecimiento de la explotación de la mano de obra y en el incremento de transferencias de recursos públicos a las grandes empresas privadas.

El Estado capitalista, con el Presidente demócrata Obama a la cabeza, ha transferido miles de millones de dólares al gran capital a través de operaciones de rescate directas, préstamos casi sin intereses, reducciones de impuestos y presiones a la mano de obra para que acepte salarios más bajos y retrocesos en el ámbito de la salud y las pensiones. El plan de la Casa Blanca para la «recuperación» ha superado con creces las expectativas: los beneficios empresariales se han recuperado; «sólo» la inmensa mayoría de los trabajadores se ha hundido más en las crisis.

Las predicciones fallidas de los progresistas al respecto del ocaso del capitalismo son consecuencia de haber subestimado el extremo hasta el cual la Casa Blanca y el Congreso serían capaces de saquear las arcas públicas para resucitar al capital. Subestimaron el extremo hasta el cual se había ayudado al capital para desplazar la totalidad de la carga de la recuperación de beneficios sobre las espaldas de la mano de obra. En ese aspecto, la retórica progresista sobre la «resistencia de la mano de obra» y el «movimiento sindical» reflejaban no entender que prácticamente no ha habido resistencia al retroceso de los salarios sociales y monetarios porque no existe mano de obra organizada. Lo que pasa por serlo está absolutamente anquilosado y actúa al servicio de los defensores de Wall Street del Partido Demócrata en la Casa Blanca.

Lo que revela el actual impacto desigual y no equitativo del sistema capitalista es que los capitalistas sólo pueden superar las crisis acentuando la explotación y haciendo retroceder décadas de «conquistas sociales». No obstante, el proceso en curso de recuperación del beneficio es enormemente precario porque se basa en la explotación de existencias previas, en tasas de interés muy bajas y en la reducción de los costes laborales (The Financial Times, 10 de agosto de 2010, p. 7). No se basa en inversiones privadas nuevas y dinámicas, ni en el incremento de la capacidad productiva. En otras palabras, son «conquistas caídas del cielo»; no beneficios derivados de los ingresos por un aumento de las ventas, ni por la expansión de los mercados de consumidores.

¿Cómo podría ser de otra manera, si los salarios descienden y la mano de obra desempleada, subempleada o desaparecida es superior al 22 por ciento? Sin duda, esta expansión de los beneficios a corto plazo, basada en ventajas políticas y sociales y en privilegios de poder, no es sostenible.

El despido masivo de empleados públicos y la obtención de beneficios de la producción a base de intensificar la explotación de la mano de obra tienen límites... habrá que sacrificar algo. Una cosa está clara: el sistema capitalista no desaparecerá ni será sustituido a causa de su podredumbre o sus «contradicciones» internas.

* James Petras es profesor emérito de sociología en la universidad de Binghamton (New York). Intelectual emblemático de la izquierda estadounidense, es autor de numerosas obras.-

Fuente: Red Voltaire
.

10 de septiembre de 2010

Estados Unidos está superquebrado y no lo sabe

.
Alfredo Jalife-Rahme


Antecedentes

La peor contabilidad del mundo resultó la anglosajona, cuyos engaños fueron obscenamente detectados con la colusión de la fraudulenta gasera texana Enron y la empresa contable global Arthur Andersen.

No existe rubro de la actividad de Estados Unidos que no haya sido puesto en la picota contable: desde el tamaño de su deuda en proporción al PIB –exhumada por el célebre Reporte Wegelin y que alcanza 600 por ciento (¡así, con tres dígitos!): cuatro veces las cifras “oficiales (ver Bajo la Lupa, 21/10/09)– hasta sus polémicas reservas de oro (ver Bajo la Lupa, 1/9/10).

En nuestro libro agotado El fin de una era: turbulencias de la globalización (Editorial Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2007), consagramos un capítulo a La quiebra de EU, según Kotlikoff y la Reserva Federal de San Luis.

A Lawrence Kotlikoff, profesor de economía de la Universidad de Boston y autor del libro La tormenta generacional que viene, le dimos el crédito que se merecía, pese a que su profesión –en particular el género de teólogos neoliberales en Estados Unidos y Gran Bretaña– ha sido severamente cuestionada.

Hace cuatro años, cuando fungía como investigador de la Reserva Federal de San Luis, Lawrence Kotlikoff advirtió sobre el colosal déficit presupuestario y la bomba de tiempo de las pensiones y la seguridad social, que habían expuesto una brecha fiscal de 65.9 billones de dólares, en ese entonces más de cinco veces el PIB de Estados Unidos y casi dos veces el tamaño de la riqueza nacional, lo cual lleva(rá) al país a la quiebra (Bajo la Lupa, 21/7/06). Lawrence Kotlikoff concluía que el gobierno de Estados Unidos está quebrado en la medida en que es incapaz de pagar a sus acreedores.

Russia Today (4/9/10) expone en forma dramática la deuda impagable de los estudiantes desamparados para pagar su educación, que cataloga de esclavos laborales debido al “adeudo de más de 830 mil millones de dólares y quienes, para colmo de males, han sido los más desprotegidos y perjudicados por el galopante desempleo.

Hechos

Pasaron cuatro años desde su histórica investigación y Lawrence Kotlikoff vuelve a la carga en un editorial para Bloomberg (10/8/10): EU está quebrado y no lo sabemos.

Las cosas han empeorado y hoy la brecha fiscal pasó de aquellos inverosímiles 65.9 billones de dólares a unos escalofriantes 202 billones de dólares. ¡Se quedó corto por tres veces!

Tengo que confesar que cuando leí ahora la cifra, pese a que ya había sido persuasivamente sensibilizado, creí que había sido un error de dedo: se me hacía inconcebible que la brecha fiscal se hubiera triplicado en cuatro años. Luego constaté que la bomba Kotlikoff había sido retomada por blogistas del más alto nivel y me percaté de que la cifra de tres dígitos era más que real: en cuatro años Estados Unidos pasó de quebrado a superquebrado, lo cual ni Obama ni el Partido del Té ni Jehová podrán resolver juntos.

Lawrence Kotlikoff lo sintetiza en forma perentoria: Seamos realistas. Ni el gasto ni menores impuestos ayudarán al país a pagar sus facturas.

Ahora se basa en la reciente revisión anual de la política (sic) económica de Estados Unidos por el FMI que, según su interpretación hermenéutica, pronuncia efectivamente la quiebra (¡supersic!) de Estados Unidos en la sección 6 de los Temas selectos de julio de 2010: Cerrar la brecha fiscal requiere un ajuste fiscal permanente por año que equivale a alrededor de 14 por ciento del PIB de Estados Unidos.

Lawrence Kotlikoff explaya que la brecha fiscal es el valor presente de la diferencia entre el gasto proyectado (que incluye el servicio de la deuda oficial) y el ingreso proyectado en todos los años futuros.

El investigador de la Universidad de Boston coloca en perspectiva el significado de la brecha fiscal anual de 14 por ciento del PIB frente a los presentes ingresos federales, que son hoy 14.9 por ciento del PIB: por el lado de los ingresos significa que para cerrar la brecha fiscal se requiere, grosso modo, duplicar en forma inmediata (sic) y permanente (sic) los ingresos personales, así como los impuestos empresariales y federales, además de otros impuestos a la nómina laboral.

Esta terapia de choque es muy teórica, a fortiori, en un país convulsionado por los vaivenes electorales que se prestan a lucrar con el malestar ciudadano como le ha sucedido a Obama frente al ascenso del Partido del Té: un conglomerado de nativistas WASP (blancos-protestantes-anglosajones) que colisiona con las otras etnias y religiones abatidas por las deudas, el desempleo y hasta la persecución al estilo Arizona.

Todavía peor: Lawrence Kotlikoff calculó los datos de La perspectiva presupuestal de largo plazo de la Oficina del Presupuesto del Congreso, publicada el mes de junio, donde emergen pasivos no oficiales (sic) y que llevan a la cifra espeluznante de una brecha fiscal por 202 billones de dólares: ¡más de 15 veces la deuda oficial de 13.3 billones de dólares!

Después de exhumar la lingüística singular del engaño contable, Lawrence Kotlikoff tiene una paciencia mayor a la de Job en explicar por enésima vez la enormidad de la brecha fiscal: EU “cuenta con 78 millones de baby boomers (nota: la generación nacida en el intervalo de 1946 a 1964), quienes cuando se jubilen recaudarán los beneficios de la seguridad social y los seguros médicos (nota: Medicare y Medicaid), que en promedio exceden el PIB per cápita” y cuyos costos anuales totalizan 4 billones de dólares.

Concede que la economía de Estados Unidos será mayor en los próximos 20 años, pero insuficiente para cubrir sus pasivos reales año tras año.

Muy técnico, diagnostica que es lo que usualmente sucede cuando se maneja un masivo (sic) esquema Ponzi durante seis décadas (¡supersic!) sin respiro.

Sí, pero los esquemas Ponzi, al estilo del delincuente confeso Madoff, acaban por reventar.
Repite el trilema que se presenta desde hace cuatro años: 1) cortes masivos a las jubilaciones (al estilo Calderón y Alarcón, alias Lozano, en México); 2) incrementos astronómicos a los impuestos, y 3) impresión hiperinflacionaria de dólares (nota: para lo que fue llamado Ben Shalom Bernanke, alias Helicóptero, desde donde arrojará los billetes necesarios).

Lawrence Kotlikoff vaticina que su gobierno adoptará una combinación del trilema, un verdadero Catch-22, cuando Estados Unidos se encuentra en peor condición fiscal que Grecia.

Peter Gorenstein (Finance.Yahoo.com, 23/8/10) cita a Kotlikoff, quien sentencia que Estados Unidos necesita una cirugía cardiaca mayor en lugar de las curitas que se han usado.

Conclusión

Más vale que el mundo entero –que por fortuna ha entrado a la incipiente era multipolar– prepare las exequias fiscales de Estados Unidos antes de que sea arrastrado en su naufragio, lo cual tendrá consecuencias dramáticas en la geopolítica mundial, como pregona Michael Mandelbaum, profesor de la Universidad Johns Hopkins, en su reciente libro La superpotencia frugal: el liderazgo de EU en la era de la tirantez de dinero.

El mundo va que vuela a la multipolaridad plural con el ascenso prodigioso del BRIC, lo cual acelerará la superquiebra financiera de Estados Unidos, como aducimos en nuestro próximo libro El híbrido mundo multipolar (Jorale Editores, 2010), que presentaremos en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el próximo 4 de diciembre.

Fuente:
La Jornada. UNAM - Miércoles 8 de septiembre de 2010

- - -