8 de abril de 2010

El totalitarismo opaco de la Reserva Federal

.
por Alfredo Jalife-Rahme


Hoy los totalitarismos posmodernos son financieros. El practicado por la Reserva Federal (la Fed) –la entidad más antidemocrática del mundo en cantidad y calidad– es mucho peor en su profundidad y en sus alcances que los conocidos totalitarismos políticos del siglo XX, debido a su opacidad y a su control del sistema político de Estados Unidos.



Audrey Fournier, de Le Monde (5/4/10) –rotativo cercano a la cancillería francesa–, examina los opacos manejos totalitarios de la Fed y el levantamiento del velo de los activos tóxicos que heredó, durante el rescate de finales de 2008, de dos entidades financieras mayúsculas: la fétida aseguradora AIG y el hediondo banco de inversiones Bear Stearns (adquirido por el no menos pestilente JP Morgan-Chase).

La Fed fue obligada a exponer mínimamente la punta del iceberg de sus hazañas de ocultamiento y alquimia contables por dos sentencias judiciales, debido a la presión de la ciudadanía y algunos legisladores todavía patriotas.

Como si no se supiera, ahora resulta que tales activos son todavía más tóxicos de lo previsto y alcanzarían 80 mil millones de dólares.

Fournier se asombra de la distribución perversa de tales activos tóxicos incrustados subrepticiamente en una serie de vehículos financieros complejos, como los ominosos credit default swaps (CDS) y cuyos alcances letales han hecho del putrefacto sistema financiero anglosajón un verdadero nudo gordiano que requiere ser desatado por un conquistador de la talla de Alejandro el Magno para salvar el planeta de las garras de la plutocracia bancaria anglosajona de Wall Street y la City.

Tales activos tóxicos no pasan la prueba del ácido de la tripleta oligárquica-oligopólica de las autocalificadoras anglosajonas (Moody’s, Standard &Poor’s y Fitch), quienes por enésima vez no se percataron deliberadamente de su virulencia diseminada.

Fournier no entiende por qué no se rescató a Lehman Brothers, al tiempo que se salvaba a la aseguradora AIG y a Bear Stearns repletos de activos podridos (sic).

Fournier destaca que ha perturbado la opacidad, mucho más que el rescate per se, y se centra en la exhibición del oscurantismo contable de la Fed, que ocultó la mediocridad de los activos tóxicos que han perdido gran parte de su valor. Pero, ¿cuál valor? ¡Si están quebrados!

Cita la opinión higiénica de Marvin Goodfriend, economista de la Universidad de Carnegie Mellon, quien en las páginas de la revista Business Week (poéticamente quebrada y anterior propiedad del grupo de la autocalificadora Standard &Poor’s, y luego adquirida por Bloomberg) fustiga la intromisión de la Fed en la política fiscal: un dominio de la Secretaría del Tesoro y el Congreso.

¿No se percata Goodfriend que Estados Unidos vive bajo el totalitarismo de la plutocracia financiera de Wall Street, dominado por los Madoff, Greenspan y Bernanke, coincidentemente miembros conspicuos del sionismo financiero global? ¿Hasta cuándo? Pues hasta que el Pentágono, otra supraestructura oligárquica de mayor poder, ponga en orden a la Fed.

The Christian Science Monitor, citado por Fournier, fulmina que el acuerdo fue realizado a puerta cerrada y sin nula supervisión del Congreso. Por lo visto, en materia de opacidad financiera Estados Unidos es tan medievalmente primitivo como el México neoliberal.

En forma lúcida, Fournier concluye que, además del daño causado al funcionamiento democrático (sic) de las instituciones de estadunidenses, la conducta de la Fed estimuló a otros bancos, algunos rescatados por el gobierno, a realizar riesgos considerables.

Fournier soslaya la estructura anómala –única en el mundo porque compendia la verdadera plutocracia reinante– de la Fed que incluye en su seno a numerosos bancos privados en un matrimonio anticipado del verdugo con su víctima y que ni siquiera emite su propia moneda (tarea del Departamento del Tesoro).

Sigue más vigente que nunca el libro Secretos del templo: cómo la Reserva Federal controla el país, de William Greider, escrito hace más de 20 años y que habría que actualizar con la exhumación de los derivados financieros.

Fournier se queda en el umbral de los infiernos financieros y no profundiza en el papel tras bambalinas de BlackRock, que maneja en forma triangulada tales activos tóxicos: bombas durmientes inventadas por la plutocracia de Estados Unidos presuntamente para dominar al mundo.

La traducción de BlackRock es inigualable: roca negra, a no confundir con otra financiera siniestra, Blackstone, implicada en el cobro de los seguros de las torres gemelas de Nueva York (ver Bajo la Lupa, 26/9/04) y controlada por Peter G. Peterson, anterior secretario de Comercio de Richard Nixon, y Stephen A. Schwarzman, miembro del club fantasmagórico Huesos y Calaveras, de Yale (donde opera el cordobista Zedillo: el sepulturero de las finanzas mexicanas).

BlackRock constituye otra entelequia oscura de la piratería financiera anglosajona: firma de inversiones con sede en Nueva York que maneja una azorante cartera de 3,35 millones de millones (trillones en anglosajón) de dólares, equivalente al PIB (nominal) de Alemania.

Pese a su negrura contable y fiduciaria, BlackRock se convirtió en el mayor manejador de dinero del mundo. Pero una cosa es manejar su cartera propia y otra la de sus clientes que manejan a su vez 9 millones de millones (trillones en anglosajón) de dólares, equivalente al doble del PIB de China.

Aparte de la basura financiera de la Fed, ¿qué tanto y para quién recicla BlackRock?

Los controladores aparentemente legales de BlackRock son Bank of America (34.1 por ciento de sus activos), el muy turbio PNC Financial Services (24.6 por ciento) y la británica Barclays PLC (19.9 por ciento) que no requiere adjetivos. ¿Quiénes dispondrían del restante 21.4 por ciento de sus acciones?

¿Por qué dos bancos gigantescos globales, como el estadunidense Bank of America y el británico Barclays, ya no se diga la Fed, necesitan como oxígeno la existencia triangulada de una entidad financiera tan negra como BlackRock?

El mandamás de BlackRock es Lawrence Fink (su hijo Joshua, de 30 años, merece un libro especial), inventor e instrumentador de una de las mayores basuras financieras de la historia de la humanidad: los célebres mortgage-backed-security (MBS, por sus siglas en inglés: un género de derivados financieros basados en seguros hipotecarios de alto riesgo).

¿Por qué la Fed, en la etapa aciaga de Ben Shalom Bernanke, recurre al verdugo que victimó a millones de impotentes ciudadanos de Estados Unidos, el inventor de los putrefactos MBS: causal primaria en precipitar la crisis financiera global?

Como que suena muy extraño y ha de haber algo muy profundo en los avernos financieros de los activos tóxicos en Estados Unidos, que ya empiezan a ser desenmarañados (que no se olvide que nos encontramos en un mundo totalitario, opaco, tenebroso, inmundo e infernal) y que apunta al despliegue de una silenciosa guerra financiera global, que probablemente hayan decretado contra el mundo los dioses (sic) del dinero de Nueva York y la City, como expone William Engdahl (RT, 5/4/10), cuya tesis de una guerra económica encubierta del sistema dólar merece ser desarrollada.

La Jornada - México
.

4 de abril de 2010

Los evasores van al paraíso.

.
Entre 30 y 40 por ciento de los impuestos que deberían recaudar los países en desarrollo terminan en paraísos fiscales. Esos pasajeros clandestinos suman cada año un billón de dólares a la fuga de capitales desde el mundo "pobre".




Economia: Evasión impositiva se globaliza
Hilaire Avril entrevista al periodista financiero Xavier Harel - IPS

Las cifras se encuentran en el libro "La grande évasion: le vrai scandale des paradis fiscaux" (La gran evasión: el verdadero escándalo de los paraísos fiscales), escrito por el periodista francés Xavier Harel, del diario financiero La Tribune.

Pero el problema también afecta a las naciones industriales. En Francia solamente cuatro de las 40 mayores empresas cumplen con el pago del impuesto de 33 por ciento a las ganancias corporativas.

En Gran Bretaña, dos tercios de las 700 corporaciones más grandes aportaron menos de 15 millones de dólares en impuestos a las ganancias entre 2005 y 2006, según la Oficina Nacional de Auditoría. El tercio restante simplemente no aportó al fisco por ese concepto.


Según Harel, los esquemas de "optimización impositiva" le cuestan a la Unión Europea unos 200.000 millones de euros (más de 268.000 millones de dólares) por año, dos veces el presupuesto de ese bloque de 27 países. Y al gobierno de Estados Unidos, unos 100.000 millones de dólares.


Esos regímenes constituyen una trampa mortal para los sistemas fiscales africanos mediante la fijación de los precios de transferencia entre filiales locales de corporaciones transnacionales, dijo Harel en una entrevista exclusiva con IPS.


Esas filiales pueden manipular los precios de transferencia con el fin de localizar las rentas en la jurisdicción que ofrezca mayores beneficios impositivos.


IPS: ¿La fuga de capitales de África alcanzaría las dimensiones que tiene si no existieran los paraísos fiscales?


XAVIER HAREL: No se necesitan paraísos fiscales para sacar capitales usando la incorrecta fijación de los precios de transferencia. Sin embargo, para una subsidiaria de una empresa multinacional que produce, por decir algo, cobre en Zambia, es una gran tentación canalizar sus ingresos a través de paraísos fiscales.

Esto permite a las empresas localizar sus ganancias en esos paraísos, que por definición no cobran impuestos, y localizar los costos en los países donde se asienta la producción, minimizando allí los montos de ganancias imponibles.

Un informe de Raymond Baker, que dirige el instituto Global Financial Integrity, estima que la manipulación de los precios de transferencia representa entre 98.000 y 106.000 millones de dólares de pérdidas fiscales para los países en desarrollo.

IPS: La mayoría de las noticias sobre fuga de capitales en África se refieren a los países petroleros, pero su libro pone ejemplos de todo el continente.

XH: Sí. Encontré una investigación de Simon Peck, un académico que estudia esas prácticas con fines de evasión fiscal corporativa en el comercio entre África y Estados Unidos, donde se citan una cantidad de casos interesantes.


Peck revisó registros aduaneros estadounidenses y halló, por ejemplo, secadores de pelo vendidos a Nigeria a 3.800 dólares por unidad o reproductoras de casetes a 1.400 dólares. O neumáticos exportados a Ghana que costaban 3.300 dólares cada uno.

IPS: ¿El Banco Mundial y otras agencias donantes y promotoras del desarrollo están conscientes de este problema?

XH: Parece que sus radares no lo detectan. Su mandato es financiar el desarrollo mediante proyectos, ya sea en infraestructura, salud o ambiente. Pero la recaudación eficaz de impuestos no está entre sus preocupaciones.

IPS: Su libro deja la sensación de que los sistemas impositivos de África están completamente sobrepasados.

XH: Así es. Está más allá de sus capacidades técnicas y humanas hurgar en los libros contables de las corporaciones. Pero esto no es una sorpresa cuando en Francia, por ejemplo, la autoridad impositiva afirma que se las ve difíciles tratando de entender las declaraciones de rentas de las empresas que cotizan en la bolsa de valores de París.

Los países con recursos limitados para recaudar impuestos difícilmente puedan descubrir los intrincados esquemas financieros que las multinacionales usan para evadir. Por lo que sé, ningún país africano ha investigado alguna vez a una empresa por manipular los precios de transferencia y eludir al fisco.

IPS: Los países del Grupo de los 20 interesados en reformar el sistema financiero internacional se expresaron en duros términos el año pasado contra los paraísos fiscales y se comprometieron a eliminarlos y a poner fin a la evasión. ¿Qué ha pasado desde entonces?

XH: Hay dos formas de verlo. Uno podría decir que el ataque coordinado a esos paraísos por parte de las 20 mayores economías del mundo fue inédito. Había clima para hacerlo cuando estallaron escándalos en Suiza y Lichtenstein, donde muchos contribuyentes europeos y estadounidenses escondían sus riquezas personales, mientras explotaban los déficits fiscales nacionales con la crisis mundial.

De pronto, la evasión se volvió intolerable y muchos gobiernos prometieron poner fin al secreto bancario.

Para evitar represalias, muchas de esas jurisdicciones se apresuraron a firmar compromisos para compartir información con otros paraísos fiscales. En teoría, firmar esos acuerdos con 12 países libera a un Estado de ser catalogado como paraíso fiscal.


Pero en la práctica, me cuesta imaginar a los servicios fiscales de Mónaco pidiendo información a los de Lichtenstein para saber si una persona debe o no pagar más impuestos.


Una forma de limitar la evasión corporativa es obligar a dar información, país por país, de los ingresos netos, las ganancias y los impuestos de las empresas.


Pero cuando le pregunté hace poco sobre esto al ministro de Finanzas de Francia, me miró perplejo y me dijo que nunca había oído hablar del tema. Entonces, está claro que limitar la "optimización impositiva" de las grandes corporaciones no está en la agenda del gobierno francés.

IPS: ¿Cómo fue recibido su libro?

XH: Muy bien, una parte de la prensa está interesada y me han invitado a hablar varias veces. No creo que el gobierno comparta ese entusiasmo, pero no me preocupa.


Sin embargo, la investigación y las observaciones que cito, como el trabajo de Raymond Baker, son muy recientes. Son preocupaciones nuevas, y la mayoría de nuestros dirigentes no han oído hablar de ellas.


Les va a costar encontrar el rédito político de poner estos temas sobre la mesa. Estas cuestiones necesitan divulgarse entre el gran público, y eso llevará tiempo.


IAR Noticias - 31 de Marzo de 2010
.