7 de junio de 2016

Más deuda externa y atraso cambiario


"La administración Macri ha planteado desde el inicio de su mandato una política de gobernar con deuda y su gestión sigue consecuentemente la premisa clásica neo-liberal de no emitir moneda sino emitir deuda."


"...han convertido hoy a la Argentina nuevamente
en un paraíso para las ganancias especulativas..."


NUEVA DEUDA EXTERNA Y ATRASO CAMBIARIO
Por Héctor GIULIANO
(3.6.2016)

Existe una relación directa entre el problema del retraso cambiario y el aumento de la deuda externa argentina:

a)    El gobierno, por lógica, recauda la gran mayoría de sus ingresos tributarios en pesos.

b)    Los servicios por capital e intereses de la deuda externa y también de una parte creciente de la deuda colocada internamente, en cambio, tienen que pagarse en moneda extranjera. Hoy aproximadamente el 70 % de la deuda pública total en cabeza del Estado Central está en moneda extranjera.

c)    Ergo, el tipo de cambio deviene una variable de ajuste clave dentro de este esquema de endeudamiento ya que cuanto más bajo se encuentre la referencia básica del dólar ello permitirá una conversión de pesos a mayor cantidad de dólares para atender el pago de estos servicios.

El retraso cambiario relativo - después de la macro-devaluación del peso de Diciembre pasado – ha vuelto a ser una realidad en nuestro país y se está dando en forma paulatina pero sistemática: una situación que se agrava todavía más en la actualidad debido al proceso de revalorización del dólar a nivel mundial, lo que hace que a la apreciación real del peso que se está produciendo por tasa de devaluación menor a la tasa de inflación se sume esta incidencia de la mayor fortaleza del dólar frente a terceras monedas.  

La administración Macri ha planteado desde el inicio de su mandato una política de gobernar con deuda y su gestión sigue consecuentemente la premisa clásica neo-liberal de no emitir moneda sino emitir deuda.

Con el agravante que se plantea y materializa incluso la toma de gran parte de deuda en moneda extranjera para obras públicas y de infraestructura que se pagan en pesos, lo que constituye un despropósito financiero.

La estabilización del tipo de cambio con el aumento extraordinario de las tasas internas de interés – lideradas por las letras del Banco Central (BCRA) - y el acortamiento de los plazos de salida en beneficio de capitales golondrina – de 365 a 120 días – han convertido hoy a la Argentina nuevamente en un paraíso para las ganancias especulativas de corto plazo de los capitales financieros internacionales, que pueden aprovechar así el enorme diferencial entre tasas locales y mundiales en un contexto de estabilidad y retraso cambiario. 
  
Requerir inversiones extranjeras directas (IED) y/o inversiones locales productivas – dolarizadas o en pesos – mientras las propias autoridades estimulan de esta forma ganancias financieras récord constituye toda una contradicción: una sospechosa contradicción por parte de un elenco de funcionarios de gobierno que provienen en su gran mayoría precisamente del ámbito financiero, bursátil y bancario privados.

La política gubernamental Macri parte de la base de una clara jerarquización de la rentabilidad financiera por encima de la rentabilidad económica: tasas de interés positivas con respecto a la inflación y tasas de inflación superiores a la tasa de devaluación del peso.

En este sentido, se puede decir que actualmente el BCRA defiende más el precio de cotización del dólar que el valor adquisitivo del peso, castigado por un proceso de estanflación – estancamiento con inflación – producto de las acciones concretas llevadas a cabo por el nuevo gobierno:

  1. Macro-devaluación con traslado generalizado a precios (pass-through).
  2. Tarifazo por aumento extraordinario de precios y tarifas de servicios públicos.
  3. Aumento de las tasas de interés a niveles récord –que son también un factor de inflación porque se trasladan a los precios a través del costo financiero de las empresas– con sus efectos recesivos sobre la producción y el consumo.

En consecuencia, el proceso inflacionario en curso – con proyecciones actualizadas del orden del 40 % anual – junto con la estabilización y/o baja relativa de la cotización del dólar – hoy en 14 $/US$ mayorista – configura un cuadro de retraso cambiario.

Y se trata de un atraso cambiario que tiende a acentuarse cada vez más en la medida que ingresen más capitales especulativos externos – atraídos por las altísimas tasas de interés domésticas - y/o que se liquiden localmente más divisas por exportaciones (estimuladas por el empuje inicial de la macro-devaluación de Diciembre y la baja o eliminación de retenciones agrícolas).

Notablemente, el gobierno Macri se rehúsa a aplicar controles de precios – mantiene el inoperante sistema de precios cuidados heredado de la administración Kirchner con los mismos inútiles resultados – y dice encarar el problema de la inflación en el marco de la Política de Defensa de la Competencia y no en el de la Política de Defensa del Consumidor.

La administración Macri sostiene así una alianza fáctica, estratégica y estructural, con los sectores financiero-bancarios y las grandes empresas – con los supermercados a la cabeza - que preservan y aumentan sus ganancias a través de sus operaciones especulativas y sus remarcaciones diarias de precios a costa del desfase financiero de los salarios reales, que cargan con las desactualizaciones entre precios variables e ingresos fijos y quedan afectados con los aumentos periódicos retrasados e incrementos porcentuales compensatorios dados a futuro y en cuotas.

Y la cosa puede incluso ser peor aún cuando desde la administración Macri las autoridades amenazan a las Empresas con abrir el mercado interno a las importaciones con el argumento de frenar así los aumentos de precios locales, lo que agravaría todavía más el cuadro de recesión, pobreza y desempleo.

Este proceso de estanflación – provocado desde el gobierno – configura un plan de ajuste que se sostiene con y para el endeudamiento externo, siendo el retraso del tipo de cambio una herramienta clave dentro del esquema.

Una administración de gobierno que plantea, en forma cuasi-dogmática, que fuera de la deuda externa no hay salvación de la Economía –que es la reedición de la denominada Política de Crecimiento con Deuda, ya experimentada con resultados finales desastrosos bajo la gestión Martínez de Hoz durante el Proceso Militar primero y luego bajo la convertibilidad menemista durante la década del ´90– está condenada a cosechar, temprano o tarde, los mismos resultados.

Y ello es y seguirá siendo así en la medida que se propenda a que exista una mayor rentabilidad de las Finanzas sobre la Economía Física o Real: es la eterna controversia entre la naturaleza y magnitud de la tasa de ganancia que se logre sobre las inversiones reales o directas y la tasa de ganancia sobre las llamadas inversiones financieras autónomas o especulativas, que son las que priman en nuestro país y en el mundo. 

El objetivo del gobierno Macri es gobernar con deuda, y no es un objetivo declarativo sino en perfecta ejecución, con eje en una nueva ola de macro-endeudamiento externo que está en curso.

Esta política de endeudamiento actúa como disparador de un nuevo circuito perverso en materia económico-financiera en la Argentina:

a)    Para poder pagar los servicios de intereses de la deuda exterior – sólo los intereses, porque hasta el último centavo de capital se refinancia íntegramente con nuevas deudas – y para poder garantizar además la toma de más deuda externa e interna en moneda extranjera el gobierno necesita mantener un retraso cambiario relativo.

b)    Para poder mantener este retraso cambiario la administración Macri aumenta las tasas de interés favoreciendo la entrada de dólares financieros y tomando más deuda externa para sostener el nivel de las reservas internacionales del BCRA (como ya se ha hecho con el préstamo repo de Enero pasado – por 5.000 MD-Millones de Dólares – concertado con un grupo de bancos liderados por la banca Morgan, cuyas características y cláusulas se mantienen en secreto).

c)    Al aumentar las tasas de interés se provoca recesión económica, retracción del consumo (lo que acentúa el proceso recesivo) y se retro-alimenta la inflación por vía financiera.

Se da así – otra vez en la Historia Argentina - la paradoja que enseñara hace ya muchos años el fallecido ingeniero Marcelo Diamand: que pagamos la deuda externa no con mayor esfuerzo o trabajo sino al revés, dejando de trabajar; porque la recesión económica deviene una condición necesaria del pago de la deuda debido a que favorecería una mayor balanza comercial por aumento de los saldos exportables y que los desbalances de la cuenta corriente se cubrirían con más endeudamiento externo.

El retorno a este esquema de re-endeudamiento perpetuo, empero, no puede entenderse acabadamente si no se comprende la funcionalidad de las gestiones Kirchner y Macri en materia de Deuda Pública:

  1. El gobierno Kirchner vivió pagando deuda externa para bajar el stock de la deuda con terceros – acreedores privados y organismos financieros internacionales (con el FMI  a la cabeza) – a la vez que manteniendo una elevada proporción de deuda pública en moneda extranjera.
  2. Este desagote relativo de deuda externa fue realizado a costa de la creación por traspaso de una enorme e impagable deuda interna intra-Estado - del Tesoro fundamentalmente con la ANSES, el BCRA y el BNA - lo que llevó a su empapelamiento con títulos oficiales y, con ello, a la descapitalización y desfinanciamiento del sector público.
  3. Tanto la política llevada a cabo por la administración Kirchner como la actual de la administración Macri comparten el mismo objetivo declarado: regresar al mercado internacional de capitales, esto es, volver a endeudarse (que tal era la finalidad del Megacanje Kirchner-Lavagna 2005-2010 y de la Hoja de Ruta Boudou 2008).


La idea era y es que la deuda interna en pesos – mayoritariamente en manos del propio Estado - se vaya licuando por inflación y por reducción gradual de las tasas de interés, con lo que se iría produciendo una disminución progresiva de esta deuda interna para reconstituir sus montos como nueva deuda con terceros.

Y esto ya está ocurriendo: durante el ejercicio 2015 – según cifras oficiales del Ministerio de Economía (MECON, hoy Ministerio de Hacienda y Finanzas Públicas) – el endeudamiento público aumentó en 95.400 MD durante el año, de los que 62.400 fueron para cubrir amortizaciones de capital (refinanciación total de los vencimientos) y la diferencia de 33.000 MD constituyó nueva deuda. Pero la licuación de deuda por devaluación (y, en menor medida, por CER o sub-indexación por inflación), fue equivalente a 32.000 MD, por lo que según el cuadro de Flujos y Variaciones de Deuda, el aumento neto fue de sólo menos de 1.000 MD (840), expresado en dólares.

El desagote de gran parte de la deuda pública con terceros - bajo el mito kirchnerista del des-endeudamiento (mito compartido también por la actual administración y por todo el establishment financiero) – el re-endeudamiento del Estado con toma de Deuda Nueva y el retraso cambiario relativo para poder garantizar el pago de intereses son las tres piezas clave de la nueva política de gobernar con deuda.

El allanamiento a un nuevo enfoque monetario de la balanza de pagos, sostenido con deuda externa en gran escala, vuelve de este modo a determinar la política económico-financiera de la Argentina y bajo el eufemismo de la reinserción en el mundo reabre así un nuevo ciclo de endeudamiento dentro del sistema de deuda perpetua que rige en nuestro país desde hace 40 años.